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Los agujeros negros son regiones del espacio donde la gravedad es tan brutal que ni la luz puede escapar. El límite que los rodea se llama horizonte de sucesos, y cruzarlo es un viaje sin regreso.
Se forman cuando una estrella masiva colapsa bajo su propio peso. Aunque no podemos verlos directamente, se delatan por lo que hacen: devoran materia de estrellas cercanas, y en ese proceso liberan rayos X.
Dentro de ellos existe una singularidad, un punto donde espacio y tiempo dejan de tener sentido. Además, no son eternos: poco a poco liberan partículas en lo que se conoce como radiación de Hawking. Y cuando dos se fusionan, la sacudida del universo se manifiesta como ondas gravitacionales.
Se forman cuando una estrella masiva colapsa bajo su propio peso. Aunque no podemos verlos directamente, se delatan por lo que hacen: devoran materia de estrellas cercanas, y en ese proceso liberan rayos X.
Dentro de ellos existe una singularidad, un punto donde espacio y tiempo dejan de tener sentido. Además, no son eternos: poco a poco liberan partículas en lo que se conoce como radiación de Hawking. Y cuando dos se fusionan, la sacudida del universo se manifiesta como ondas gravitacionales.
Los agujeros negros no son solo “monstruos cósmicos”: son la frontera de lo desconocido, lugares donde el universo guarda sus secretos más oscuros y, quizá, las pistas de lo que todavía no entendemos del cosmos.
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